Jazmina Angélica Vargas Rodríguez
    jvargas@cnu.edu.ni
    Consejo Nacional de Universidades (CNU)
    Managua

El libro Los buenos profesores. Educadores comprometidos con un proyecto educativo, de la doctora Silvia López de Maturana Luna, evoca un carácter emotivo y despierta recuerdos de estudiante y del actuar como docente en los diferentes niveles educativos. De la misma manera, produce sentimientos de empatía y respeto ante las historias de vida que presenta y de las historias de profesores que dejaron experiencias fundantes de la vida. En la medida que se avanza en la lectura, es posible pasar a un estado de reflexión ante cada uno de los planteamientos de la autora sobre el proceder de los profesores y su impacto en la vida de los estudiantes.

La obra es una investigación y una exhaustiva reflexión en el que la autora conjuga los referentes teóricos de reconocidos pedagogos e investigadores con las historias de vida de un grupo de profesores de Chile y España Así, desde una perspectiva holística abre la posibilidad de desentrañar los referentes epistemológicos que subyacen en la práctica educativa de los buenos profesores para ser compartida como experiencias con la comunidad educativa y sociedad a fin de vitalizar y de acuerdo con sus propias palabras "dar nuevos significados, nuevo lenguaje y nueva visión a la práctica pedagógica […] de encontrar en ellos criterios, pautas, referentes desde donde nutrirse creativamente" (p. 42).

Los planteamientos sobre la comprensión de los procesos educativos desde la perspectiva de los buenos profesores; entendiendo el adjetivo "bueno" a aquellas acciones, actitudes y relaciones que impactan de manera positiva en la vida de los estudiantes; lejos de la idealización y de contar historias para encantar al lector, se aborda con cientificidad y, a la vez, con sentimientos de gratitud, respeto, esperanza y confianza dando cuenta que es posible generar prácticas pedagógicas situadas, significativas, que se originan de la interacción de los actores principales del proceso de aprendizaje. Por ello, considero importante aclarar que, como dice López de Maturana, no se trata de hacer de ellos y ellas un modelo para copiar, ni generalizar.

Las ideas que proporciona el texto posibilitan situarlo en el contexto educativo nicaragüense. El modelo de desarrollo del Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional (GRUN), a partir de la restitución del derecho a la educación gratuita y de calidad al pueblo, ha garantizado la implementación de políticas y programas con alcances inigualables en la historia de nuestro país. La educación hoy tiene rostros, espacios geográficos donde antes nunca se hablaba de ello, educación Secundaria a Distancia en el Campo, Universidad en el Campo (UNICAM), Carreras Técnicas según las necesidades territoriales son algunos de los programas emblemáticos.

En el primer capítulo caracteriza a un buen profesor, según lo consideran docentes y estudiantes entrevistados. Algunos de los calificativos utilizados fueron "gustan de su trabajo", "son amables", "activos", "cariñosos", "responsables" y "mediadores". Sin embargo, para "definirlo y precisarlo", la autora realiza un análisis bibliográfico de pensadores, investigadores, pedagogos como Woods, Lowick, Fenstermacher, Van Manen, Hansen, Atkinson y Claxton, Freire, entre otros. De esta manera, sitúa el tema desde una perspectiva moral (no moralizante) y epistemológica, a fin de identificar aquellas acciones de los profesores que provocan cambios en las actitudes de los estudiantes para descubrir las características generalizables, diferenciando lo que hay de común en su actuar con lo que es propio de la persona docente.

El lector puede ubicarse como estudiante o docente, puesto que las historias de vida narradas no son ajenas a las personales. Como estudiante podemos recordar las vivencias con un profesor bueno o uno no tan bueno y, como docente, la introspección del propio actuar en el proceso educativo.

El modelo educativo en Nicaragua concibe una educación centrada en el desarrollo humano pleno de la persona, la familia y la comunidad. Es en este ámbito, donde también se pone la mirada en los profesores, puesto que, al hacer énfasis en la persona, no se excluye a la persona profesor; todo lo contrario, lo revitaliza, le reasigna el lugar privilegiado que implica mediar procesos educativos, reconociendo los desafíos personales y profesionales que enfrenta día a día para contribuir a la calidad educativa desde su actuar en el ambiente de aprendizaje. Por lo tanto, la capacidad de comparar la práctica docente personal con las que se encuentran en el libro brinda una oportunidad de mejora.

En el siguiente capítulo La cara educativa de la enseñanza en la escuela, a través del análisis, se argumenta que el proceso complejo de enseñanza-aprendizaje es una relación dialéctica de elementos complementarios y no una relación lineal en el que uno es consecuencia del otro. Este planteamiento retoma el concepto de la enseñanza escolar como "proceso intencional, específico y complejo que necesita del sentido común y de habilidades específicas para saber qué, cómo, dónde y para qué hacerlo" (p.16).

Interesante que, al situarse la perspectiva epistemológica de la autora, el concepto de enseñanza retorna al papel mediador del docente. En este sentido, los buenos profesores tienden a reflexionar sobre su práctica, planificar deliberadamente sus acciones, poner en práctica el conocimiento y la intuición pedagógica, desarrollar la capacidad y criterios para tomar decisiones en el tratamiento de los temas, dialogar con el contexto, tomar en cuenta las características y necesidades de los estudiantes, encontrar soluciones a situaciones imprevistas en un determinado momento, todo ello de manera acertada, lo que no significa que sean perfectos o carentes de errores, incertidumbres y tensiones. Por el contrario, los buenos profesores son conscientes de que muchas veces es un proceso de prueba-error, y es por ello que los resultados de su quehacer no le son indiferentes, sino que continúan en la búsqueda de otras alternativas o nuevas formas de educar y que seguramente su concepto y valoración de la educación les hace permanecer en movimiento. Como dice López de Maturana, "Aventuramos que los profesores comprometidos con un proyecto educativo son capaces de lograr sinergia en la relación teoría - práctica" (p. 58).

¿Dónde queda el aprendizaje? ¿Entonces el estudiante sigue siendo un actor pasivo en su aprendizaje? Decía anteriormente que la enseñanza y el aprendizaje no son causa ni consecuencia uno del otro, sino una relación dialógica, complementaria La autora afirma que "el aprendizaje escolar es el resultado del esfuerzo de los alumnos gracias a la enseñanza de los profesores que posibilitan la acción de estudiar y que le enseñan como aprender".

La calidad educativa consiste en una responsabilidad compartida con colegas, directivos y todos los partícipes del Sistema Educativo Nacional. Por ello, la promoción de espacios de reflexión, de análisis de las acciones pedagógicas que realizan los profesores, sobre todo el rescate de las buenas prácticas de algunos docentes, son incentivos que favorecen aprendizajes colaborativos.

En ocasiones, son más comunes las reuniones de profesores y directivos para tratar "problemas" o para ver lo que está mal, pero pocas veces se dedica tiempo para potenciar las posibilidades del profesorado, para el reconocimiento de prácticas educativas innovadoras que no están escritas en libros, porque surgen del trabajo atinado de los profesores, en el día a día, e impactan de manera positiva en la vida de los estudiantes.

Otro aspecto que saca a luz el estudio de las teorías e investigaciones es la valoración de El compromiso con un proyecto educativo, capítulo en el que le permite hipotetizar que "la profesionalidad docente –desde una óptica pedagógica– depende de la valoración del compromiso con un proyecto educativo, y puede restituir el papel transformador de la educación escolar" (p. 158).

En este aparatado se destaca la relación entre la profesionalidad que la sociedad y el Estado hacen del rol docente (profesionalidad conferida socialmente) y la profesionalidad construida por el mismo en su quehacer individual y colectivo (profesionalidad asumida). El planteamiento de Gimeno citado por la autora en la obra refiere al trabajo colaborativo de los actores educativos, pues cuando estos son alentados y se les permite probar con nuevas prácticas, se enriquece la formación pedagógica de los profesores, y esto responsabiliza a todos a ser parte de los procesos.

El establecimiento de una cultura escolar en la que ha anquilosado y transferido prácticas educativas repetitivas, arbitrarias, descontextualizadas de las realidades que viven los actores del proceso de enseñanza-aprendizaje crea un espacio en el que se puede perder el sentido de educar y de aprender. La buena nueva en Nicaragua es que se está haciendo camino, hay interés, hay espacios como foros nacionales de educadores e investigadores, publicaciones educativas, encuentros de investigadores educativos y otros avances que se implementan desde el trabajo conjunto entre los subsistemas educativos: Ministerio de Educación (MINED), Subsistema Educativo Autonómico Regional (SEAR), Instituto Nacional Técnico y Tecnológico (INATEC), Subsistema Educativo Autonómico Regional (SEAR) y Consejo Nacional de Universidades (CNU). El desarrollo de estas acciones crea condiciones para recopilar, sistematizar y exponer la experiencia de los buenos profesores, aquellos que tienden a desenvolverse desde el profesionalismo con el que abordan su materia y las actividades educativas con actitud responsable, ética y comprometida, a fin de no repetir lo que hacen otros y así contribuir a la calidad educativa, que no se puede medir con indicadores cuantitativos, pero que transforma.

¿Cómo se sabe cuándo un docente está comprometido con un proyecto educativo? Algunas características de un profesor comprometido que se evidencian en su día a día: la relación con sus estudiantes es de mutuo aprendizaje, intencionado y significativo. Es decir, sale al encuentro de los problemas en la búsqueda de alternativas para solucionar, conoce a sus estudiantes, identifica sus fortalezas y sus limitaciones. Por eso crea condiciones para facilitar el aprendizaje; se involucra y participa activamente en el quehacer de la comunidad educativa; promueve conversaciones y espacios para tratar temas de prácticas innovadoras, posibilidades de proyectos, discusión de situaciones a mejorar; además, es crítico ante situaciones injustas y propositivos en la búsqueda de soluciones.

Cabe decir que, el profesor comprometido con un proyecto educativo no limita su actuar al ámbito escolar, trasciende a las familias involucrándolas en el proceso de crecimiento y autorrealización de los estudiantes, se implica en las acciones y proyectos de la comunidad porque es sensible ante las necesidades o acontecimientos que lo rodean.

¿Qué ha llevado a los buenos profesores a ser comprometidos? Es el cuestionamiento de la autora ante las conclusiones de su estudio, destacando de forma amplia cada una de las características que resumo brevemente: la autoconfianza para emprender nuevas maneras de enseñar y aprender, la motivación de logro que los desafía a seguir intentando a retarse a sí mismos. Por eso gustan de aprender y actualizar sus conocimientos y el trabajo colaborativo, lo que permite las relaciones dialógicas, así como la sinergia educativa. Es decir, la cooperación y complementariedad para mejorar su trabajo; el bienestar que implica establecer buenas relaciones humanas y tener satisfacción por lo que hace y le apasiona.

Retomo una de las ideas de la doctora López de Maturana en que refiere el compromiso del profesor con un proyecto educativo, para extenderlo al compromiso con el modelo de desarrollo humano del país:

    La implicación y el posicionamiento político del profesor son constructos relevantes para entender el compromiso con un proyecto educativo. Ambos se acoplan sinérgicamente y no bastan por si solos para definirlo […]. Un profesor puede estar posicionado políticamente pero no implicado y viceversa. (p. 96)

Quizás los profesores que lean el libro se sientan identificados por estos u otros rasgos, viéndose a sí mismos y sintiéndose interpelados a la toma de conciencia de la responsabilidad que supone implicarse de manera comprometida o no en el proyecto educativo de país, el cual tiene como fin el desarrollo de la persona, familia y comunidad. Es decir, el desarrollo humano de los nicaragüenses.

En conclusión, el libro despierta interés al enfocar la mirada en la cotidianidad del quehacer educativo para identificar a aquellos profesores que silenciosamente están haciendo lo mismo que otros, pero de otra manera; colegas que se les ve contentos y satisfechos de su trabajo, aun en medio de las dificultades y contrariedades que conlleva la profesión docente y aquellas que podría estar pasando personalmente.

El enfoque educativo que se concibe en el modelo de desarrollo humano del país centrado en la persona, la familia y la comunidad no se limita a los ambientes de aprendizaje, que se hacen realidad con las buenas prácticas de profesores comprometidos a nivel profesional y personal. El hecho pedagógico se debe abordar con el modelo de desarrollo humano desde la formación inicial de los futuros docentes, porque el compromiso se debe promover en la conciencia social desde su formación. El desarrollo de las competencias profesionales, actitudes y valores, así como la responsabilidad ética, social y política son un mismo proceso o al menos tendrían que serlo, para que la implicación activa y el compromiso de los futuros docentes sea coherente a nivel personal y profesional con el modelo de desarrollo del país.